
ASIER BLAS, politólogo y profesor de la UPV/EHU.-
"EL 90% DE LOS MILITANTES ACTIVOS
DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
HAN VISTO CORRUPTELAS"
El clientelismo político, la falta de transparencia de los partidos o la tolerancia social a las pequeñas corruptelas, son algunos de los factores que, en opinión de Asier Blas, politólogo y profesor de la UPV/EHU, han hecho que España sea “un país más corrupto de lo normal en nuestro entorno”.
¿Vivimos en un país corrupto?
No es que vivamos en un país corrupto. La corrupción existe en todas las sociedades. Quizás lo que podríamos valorar es si somos un país más corrupto de lo normal en nuestro entorno, a lo cual deberíamos responder que sí, teniendo en cuenta lo que estamos viendo en los últimos años.
¿Por qué está tan generalizada la corrupción en España?
Mucha de la corrupción que ha aparecido ahora, yo creo que era conocida. El problema es que no se ponía el cascabel al gato. El mejor ejemplo, quizás, es lo que ha ocurrido en el caso Pujol. Ya en los 90, cuando unos hablaban del “oasis catalán”, otros hablaban del “pantano catalán”; y ya se hablaba de las comisiones del 3% o del 4% mucho antes de que Maragall lo denunciase en el Parlamento catalán en un debate con Mas. Por lo tanto, yo tengo la sensación de que quizás ha ocurrido lo contrario de lo que se está contando en el relato público, es decir, que cada vez hay menos corrupción, aunque parezca mentira, y que la corrupción se persigue cada vez más. La sociedad es más intolerante con la corrupción y las instituciones se han dotado de más mecanismos para controlarla y para perseguirla, aunque, por supuesto, todavía estamos muy lejos del punto óptimo.
Sin una crisis económica, ¿hubieran salido a relucir tantos casos de corrupción?
Es difícil hacer futuribles. Quizás no se hubiese llegado a un nivel de alarma como a la que hemos llegado. Casos de corrupción ha habido muy importantes en el Estado español desde hace mucho tiempo, pero es verdad que en un contexto de crisis los casos que han aflorado han creado una alarma que anteriormente, en una época que no fuese de crisis, es posible que no se hubiesen generado. De todas maneras, yo sí que creo que la mayoría de los casos de corrupción que han aflorado hubieran salido también sin la crisis. Si se han dado estos casos es porque, de alguna manera, el crecimiento económico español se ha basado en una burbuja inmobiliaria que puso los cimientos para que creciese la corrupción, sobre todo a nivel municipal.
¿Se persigue menos a los corruptos aquí que en otros países?
Parece claro que sí, que se persigue mucho menos que, por lo menos, en el contexto europeo occidental.
¿Cuál sería la forma de combatir la corrupción?
Debería ser un paquete de medidas muy variado. Por una parte, es clave impulsar la investigación anticorrupción. Pero, por otra parte, también hay que cambiar las formas de actuar en política y las formas de concebir la corrupción a nivel social; porque existe cierta tolerancia a las pequeñas corruptelas, que podrían ser la semilla de las grandes corrupciones. Y, además, la Administración debería tomar medidas relacionadas directamente con el sistema electoral y con la financiación de los partidos. Hay un problema asociado a cómo se concibe la corrupción en España, que es la existencia de una democracia muy pegada a los partidos. A cierto político le preguntaron: “¿Cómo has llegado tan alto?”. A lo que él respondió: “Obedeciendo”. Es decir, el sistema electoral español está organizado de tal manera que impulsa la obediencia dentro de los partidos. Esto no quiere decir que todas las personas que estén dentro de algún partido sean corruptas. Pero doy casi por hecho que el 90% de las personas que tienen una militancia activa en un partido han visto corruptelas y han mirado a otro lado. Porque, al final, el sistema electoral está pensado para las listas cerradas y bloqueadas, por lo que el elector solo puede optar por partidos y no tanto por candidatos. Y esto fomenta la obediencia dentro de los partidos políticos. Pero, además, por parte de la Administración también se podrían tomar otras medidas más sencillas, como podrían ser las medidas de transparencia. A mayor transparencia, menos corrupción. Eso está probado.
La política ha perdido credibilidad. ¿Es irreversible?
Nada es irreversible. Pero van a necesitar mucho tiempo. Para quienes sí puede ser irreversible es para los partidos principales, sobre todo para el PSOE y para el PP. A no ser que hagan un proceso de refundación muy ambicioso, me parece que en su caso sí puede ser casi irreversible la pérdida de credibilidad. Otra cuestiones si se va a modernizar la política; y parece que con la irrupción de Podemos se está forzando a modernizarse a los partidos y ahí pueden ganar cierta credibilidad. Probablemente aparecerán nuevos partidos en el parlamento, y puede que estos nuevos partidos tengan la oportunidad de cambiar la imagen que se tiene de la política.
¿Son los partidos surgidos de movimientos sociales la receta para acabar con esta situación?
Yo creo que es una parte importante de la receta. No es la única. Al fin y al cabo es gente que no se ha educado en esa obediencia de la que hablábamos antes. Son propuestas que reclaman la meritocracia frente a la obediencia al partido, una mayor transparencia, un cambio en las formas de gobernar… Son condiciones que ayudarán a que la corrupción disminuya en el futuro.
¿Hay que seguir creyendo en la democracia?
Sí, pero el problema es que cada vez hay menos democracia. Hablamos de corrupción en las instituciones públicas, pero apenas se habla de la corrupción en las instituciones privadas. La mayoría de las veces los corruptores están en la esfera privada. La corrupción en la esfera privada está muy latente. Al igual que existe enchufismo y corrupción en las instituciones públicas, también existe en las empresas privadas. Pero de eso no se habla. Pero existe. Creer en la democracia, sí; pero para que haya democracia necesitamos que se cumplan varias condiciones. Una es el procedimiento, que sea democrático. Pero democracia es poder del pueblo y el procedimiento por sí solo no es democracia, necesita de soberanía. Y soberanía quiere decir, capacidad de implementar políticas públicas. Cada vez, los Estados y los sistemas políticos tienen menos soberanía, porque esa soberanía se ha trasladado a la esfera privada, donde, además de ser corrupta, no existe ningún tipo de control público.