
La corrupción no es otra cosa que la desviación de fondos públicos hacia intereses privados. Y esa actividad afecta de manera importante a la macroeconomía de un país, pero también a las economías domésticas. Patxi Zabalo, profesor del Departamento de Economía Aplicada I de la UPV/EHU, sostiene que “todavía ni siquiera hemos llegado a ver la punta entera del iceberg de la corrupción”.
¿Se puede cuantificar lo que cuesta la corrupción a un país?
Seguramente se podrán hacer muchos ejercicios para cuantificarla. Yo lo que conozco es que la Unión Europea dice en un informe de este año, de 2014, que estima en 120.000 millones de euros anuales el coste de la corrupción en Europa, que es, aproximadamente, el 1% del PIB. Entonces, tomando eso como promedio europeo y como en España hay una percepción de que la corrupción está más generalizada que en otros países, podríamos pensar que aquí el coste de la corrupción equivaldría a un 1,5% del PIB. Pero la exactitud de todos estos datos es muy relativa.
¿Cómo funciona la corrupción? ¿En qué sectores se lleva a cabo y quién se beneficia?
Lo más habitual es considerar que la corrupción se dirige desde el sector privado hacia el sector público. Y dentro de todo este entramado destaca todo lo que tiene que ver con la compra de lo público, los contratos públicos, la construcción de infraestructuras, la vivienda, la concesión de terrenos… Ahí es donde se considera que hay más corrupción. Pero en los estudios que hacen tanto la propia Unión Europea como diferentes ONG, también se habla de una corrupción que se da desde el sector privado hacia el mismo sector privado. De todas manera, lo más común es pensar en alguien que soborna o incita o consigue favores del sector público a cambio de alguna prebenda, y el destinatario puede ser o bien alguna persona concreta que se queda con el dinero o bien algún intermediario que actúa para que el dinero vaya a su partido o, lo que yo creo que es más común, una mezcla de las dos: un poco para la persona y otro poco para la organización.
¿Si no hubiera habido una crisis económica no hubieran salido a relucir tantos casos de corrupción?
Yo creo que sí… El hecho de que se hayan destapado igual tiene que ver con la crisis económica, porque la gente está más sensible que antes con que algunos se lleven dinero a casa directamente. Pero yo creo que lo más importante es que el origen de la crisis está en parte en la corrupción. Y, concretamente, en el caso de España, la crisis está asociada al ladrillazo, a la construcción masiva de viviendas, infraestructuras… y ese es el sector más proclive a la corrupción. Yo creo que hay conexión. El crecimiento económico español de los últimos quince años ha estado muy basado en un tipo de actividades que son muy proclives a la corrupción. Cuando ha comenzado la crisis y se ha empezado a buscar culpables, la corrupción aparece como uno de ellos, muy evidente. Aunque el descubrimiento yo creo que ha sido muy lento y muy pausado para lo que ha habido. Yo creo que solo estamos viendo trocitos de la punta del iceberg, ni siquiera la parte visible entera, porque hay muchísimo más que no se conoce.
¿La crisis económica hubiera sido más llevadera para los ciudadanos en el supuesto de que no existiera la corrupción?
Por supuesto, porque la corrupción no deja de ser una desviación de fondos que desaparecen, que van a parar a personas que tienen un cargo público o a partidos o a estructuras públicas, pero que desaparecen y no se emplean en aspectos como la sanidad o la educación o cualquier gasto productivo para la sociedad. La corrupción agudiza la crisis. Y, además, la corrupción ha hecho que una cosa tan irracional como el crecimiento tan grande de las infraestructuras en España haya seguido aumentando, porque, como era rentable tanto para los constructores como para los partidos políticos, ahí han seguido hasta pegarse el batacazo en el año 2008.
¿La corrupción ralentiza la salida de la crisis?
Efectivamente. Mientras no haya un castigo claro, seguirá habiendo corrupción. De hecho, los últimos casos que estamos conociendo no son de hace quince o veinte años, si no de ahora mismo. Sigue habiendo un caldo de cultivo y un terreno de juego abonado para que siga habiendo corrupción. Todo eso drena recursos y dificulta la salida de la crisis.
¿Hay corrupción en el País Vasco?
Yo estoy convencido de que sí la hay. Además, ya han salido algunos casos. Y también tengo claro que, por una cuestión de escala, hay un menor volumen de corrupción y seguramente menos impulso per cápita. Y tiene sus motivos. Por un lado, de estructura. Nosotros no somos el Levante y aquí no ha habido un boom inmobiliario como ha habido en otras zonas. También creo que hay menos corrupción en el País Vasco porque el panorama político es más diverso. Aquí, en cualquier Ayuntamiento hay cuatro o cinco partidos políticos, mientras que en España hay dos y alguna vez el tercero. Cuanto más partidos políticos hay, más difícil es ocultar estas cosas. Hay más vigilancia. Que seamos un país pequeño y que haya más diversidad en la representación política, contribuye a que la corrupción sea menos descarada o más velada y, en proporción, mucho menor. Pero haber, seguro que hay; porque, por ejemplo, la financiación de los partidos políticos tampoco aquí es transparente.
¿Cómo afectan los casos de corrupción que se están dando en España a la economía del País Vasco?
El sector industrial, que es donde el País Vasco tiene más actividad que el promedio español, incluso más que el promedio europeo, y que ha hecho que la crisis al principio nos haya pegado menos fuerte, es menos proclive. Pero aquí tenemos grandes infraestructuras como el Tren de Alta Velocidad, el puerto exterior de Pasaia o cosas de esas que son pequeños comparados con otros macro-proyectos de otras zonas de España, pero que son altamente corruptibles. No hay que pensar que aquí la gente es distinta, y es probable que también haya habido sus corruptelas y que las esté habiendo.
¿Cuál es la principal herramienta para combatir la corrupción?
En cierto modo, la transparencia. A nivel internacional hay, incluso, una ONG que se llama Transparencia Internacional. La medida que proponen es la transparencia en las actividades públicas, que los partidos políticos publiquen sus cuentas, etcétera. Pero yo creo que es una solución muy parcial y que es necesaria en un sentido muy neoliberal, en el sentido de que dicen que si esto fuera transparente el problema se acabaría. Pero no es así. Por mucho que haya transparencia los lobbys van a seguir funcionando. Y no somos iguales un ciudadano de a pie y un lobby de una farmacéutica a la hora de influir en nuestro gobierno; por lo que, aunque siendo necesaria, la transparencia no sería la medida principal. Yo creo que, a pesar de no ser yo muy partidario de él, es absolutamente imprescindible el Código Penal, la sanción penal, la cárcel, para que la corrupción con mayúsculas desaparezca. Y, por cierto, que las medidas penales sean tanto para corrompidos como para corruptores. Está claro que unas simples multas no van a acabar con las corruptelas, porque esas multas las acaban pagando los accionistas. Deberían ser penas severas y que no prescriban al cabo de cuatro años. Tener un Poder Judicial independiente también ayudaría mucho. Desgraciadamente, mucho más allá de la transparencia, hacen falta medidas de carácter coercitivo para acabar con la corrupción. Y, por supuesto, hay que educar a la sociedad y no enseñar a los corruptos como héroes.